Imposible vs. improbable

     En la vida hay cosas que son imposibles por naturaleza y cosas que, aunque parezcan imposibles, realmente son improbables. La capacidad de discernir entre una opción y otra puede resultar aparentemente fácil, pero no es así. La imposibilidad se cierne sobre hipótesis como que un billete de 10 euros se pueda convertir en uno de 100 en 5 segundos, que un hombre vuele durante más de 2 días con el único poder de sus brazos o que tras introducir una barra de pan en el microondas se transforme en un fuet. Eso es imposible.

     La improbabilidad suele mostrarse en los juegos de azar, por ejemplo. De todos es sabido que la lotería es como tener una novia del Opus, que rezas y rezas y nunca te toca, pero hay una probabilidad de que te toque, por pequeña que sea. También parece imposible que exista un libro que se titule ‘Los pilares de mi tierra’, pero puede existir. Que el polideportivo de Alcañiz se quede sin luz por impago, pero puede ser. Que tengamos una autovía hasta Zaragoza, pero quizás la haya. Que un espontáneo aparezca en la actuación de España en Eurovisión, pero ocurrió. O que todavía se siga pregonando en capitales comarcales como Híjar ‘¡ya viene la chica de las naranjas!’, pero yo lo he escuchado.

     La semana pasada, a las cinco menos cuarto de la noche del miércoles al jueves, en la carpa de Maxima FM del Recinto de Interpeñas en Zaragoza, justo debajo de la bola de espejos situada en la parte delantera derecha mirando hacia el escenario, me topé con mi chica ideal: morena, bajita, preciosa, llevaba una chaqueta rosa, una mochilita negra... No me atreví a decirle nada en un primer momento, me limité a observar y por lo que escuché en las conversaciones con su amiga, de pelo rizado, quise conocerla. El problema estuvo cuando la compañera le pidió que le acompañara al autobús. Nos tocamos el brazo, nos miramos varias veces fijamente a los ojos y sin atreverme a mediar palabra simplemente pensé que alguna noche nos volveríamos a encontrar. Es improbable que ella lea esto, que visite www.elaltavoz.es o que volvamos a vernos, pero no imposible; ya sé, soy un poquito iluso, pero el tren no tiene por qué pasar solo una vez.

     La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene ni facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió; un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió; que los Barón Rojo o Héroes del Silencio volvieran a tocar juntos era improbable, pero sucedió; Nadal desbancando del número 1 a Federer, una periodista convertida en princesa, la Selección española de fútbol campeona del mundo, que Alcañiz albergara la Moto GP… El amor, las relaciones o los sentimientos no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles sino de amores improbables, porque lo improbable es, por definición, probable; lo que es casi seguro que no pase es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.

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1 comentarios:

Unknown dijo...

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